Plantado con cariño por la señora Carmen Soto en los primeros años después de la Guerra del Chaco, cuando la ciudad empezaba a formarse y como uno de los primeros árboles perennes traídos para adaptarse al clima de la región. Importante aporte al arbolado urbano, que demuestra en sus intrincadas ramas la tenacidad de la naturaleza. Este árbol, cultivado en todas las zonas tropicales-subtropicales de América, pertenece la familia de sapindáceas. Es capaz de alcanzar los 25 metros de altura, con un tronco que puedo llegar hasta los 1,7 metros de diámetro. Este tronco es recto, con una base ensanchada que desemboca en una copa amplia y exuberante en la que relucen brillantes verdes hojas surgidas de largas ramas que sirven de elemento de unión con la estructura principal, envuelta en una capa cuyo color varía entre rojo, pardo y gris, la corteza. Tales hojas están divididas en dos folíolos, siendo cada uno de estos de gran tamaño y forma elíptica. Las flores, que crecen agrupadas en panículas (ramos), son fragantes, blancas, con cuatro pétalos, en general dependiendo el género del árbol en concreto (especie dioica), pues aunque hay algunos que producen flores de ambos géneros por igual, lo normal es que tiendan a un sólo género. Su polinización la llevan a cabo diversos insectos.
registrado por: Edward Mejía Zárate
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